Empezar la guardería: 7 consejos mágicos
Empezar la guardería o el preescolar es un cambio enorme para toda la familia. Pero hay algunas cosas que podemos hacer para que esta gran transición sea un poco más fácil.
Todos los padres quieren lo mejor para sus hijos. Quieren que sean felices y que les vaya bien en la vida. Sin embargo, ¿te has preguntado alguna vez de qué dependen nuestro éxito y nuestra satisfacción? La psicología ha asumido durante mucho tiempo que se trata principalmente de nuestras capacidades intelectuales. Que cuanto más inteligentes somos, mejor entendemos el mundo que nos rodea, mejor trabajo conseguimos, mejor nos aplicamos en la vida y más felices somos. No obstante, en la década de 1990 entró en juego un nuevo elemento: la inteligencia emocional. Pronto quedó claro que la inteligencia emocional tiene al menos el mismo efecto en nuestro nivel de satisfacción vital que nuestras capacidades mentales, si no mayor.
La inteligencia emocional incluye nuestra capacidad para comprender y manejar nuestras propias emociones, pero también para reconocer las emociones de los demás, ser capaces de asimilar su situación y adaptar nuestro comportamiento a ella, y ser capaces de hablar sobre emociones y necesidades. Aunque probablemente ya nacemos con ciertas condiciones previas para el desarrollo de la inteligencia emocional, podemos seguir desarrollándola y cultivándola a lo largo de nuestra vida.
La mayor parte de la información sobre cómo manejar las emociones se la transmitimos a los niños sin saberlo. Los niños aprenden de nosotros observando cómo nos relacionamos con nuestras propias emociones, cómo las expresamos, cómo hablamos de ellas y cómo podemos regularlas. Pero igual de importante es cómo respondemos a las emociones de nuestros hijos: si aceptamos o no sus emociones y les enseñamos a manejarlas. Aceptar las emociones, ya sean propias o de tus hijos, es clave para desarrollar la inteligencia emocional. Cada emoción que surge tiene porqué, y no es sano ignorarlas o reprimirlas.
Comprender las emociones es muy beneficioso si hablamos de ellas y de sus causas con los niños. Las situaciones cotidianas pueden servir como material de trabajo. Habla con los niños sobre lo que les acaba de disgustar o por qué están tristes. No evalúes ni quites importancia a su experiencia, simplemente escucha con atención. Si a los niños les resulta difícil describir la situación, puedes ayudarles y ofrecerles tu propia perspectiva. Habla también de tus propias emociones y de las causas que las provocaron.
También puedes entrenar con los niños el proceso de reconocimiento de emociones a partir de las expresiones faciales y las actitudes. Juega a representar un teatrillo emocional, en la que uno muestra una emoción y el otro la adivina. Con los niños mayores, intenta determinar las emociones por el tono de voz. Ponte de espaldas, di una frase neutra (por ejemplo, «Hola, ¿cómo estás?») en un tono que corresponda a una emoción determinada y deja que los niños adivinen cuál es la emoción expresada. O, cuando salgas a pasear, céntrate en las personas que te rodean y adivina cómo se sienten basándote en sus expresiones y su comportamiento.
También puedes desarrollar la inteligencia emocional de los niños a través de una serie de juegos, libros o cuadernos de ejercicios diseñados para este fin. O puedes leer una de nuestras historias de Readmio y analizarla esta vez desde otro punto de vista: ¿qué experimenta un personaje de la historia y por qué? ¿Qué podría hacer para sentirse mejor?
Le deseamos un viaje lleno de aventuras por un mundo de emociones repleto de hallazgos y experiencias interesantes.