El último carámbano del invierno

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Temprano por la mañana, un carámbano se despertó colgando de un tubo pluvial y ¡estaba muy feliz de ver un nuevo día! Pero... ¿qué pasó? Se dio cuenta de que se había despertado demasiado tarde. El invierno ya había terminado. ¿Qué iba a hacer ahora?

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El último carámbano del invierno
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El perezoso sol de invierno se elevó en el cielo. Abrió los brazos y miró hacia la pequeña casa de madera. Había un tubo pluvial en la casa y un carámbano acababa de despertar colgado de él.

—¡Buenos días! —exclamó alegremente el carámbano cuando abrió los ojos.

El tubo se estremeció un poco con el sonido y susurró, somnoliento—: ¿Qué pasa? ¿Cómo llegaste hasta aquí?

—¡Por fin estoy aquí! ¿No tenías muchas ganas de verme? —preguntó el carámbano, indignado, mientras parpadeaba a la luz del sol de la mañana.

—Bueno, puedo ver que estás aquí —dijo el tubo, bostezando—. ¿Pero no sabes que el invierno casi ha terminado? Llegaste demasiado tarde. Y te has perdido el invierno.

—¡Eso no puede ser cierto! —gritó el carámbano mientras trataba de pegarse más al frío metal—. ¡Acabo de llegar! ¿Por qué no me llamaste antes? ¡Tenía tantas ganas de venir!

—Te quedaste dormido, dormilón. Simplemente te quedaste dormido —se escuchó la voz del sol desde el cielo—. Hoy todavía estoy un poco cansado y no tengo ganas de brillar. Pero mañana te mostraré lo qué es el calor de verdad. ¡Disfruta del último día de invierno! —Y el sol sonrió.

El carámbano, preocupado, sintió dos gotas correr por su frente. ¿Y ahora qué? ¡Había esperado con tantas ganas que llegara el invierno y se quedó dormido! ¡Y de repente se le ocurrió algo!

El carámbano de pronto dejó de sentirse triste. Sonrió, concentrando toda la fuerza que tenía en su cuerpo y comenzó a crecer. Cuanto más brillaba la luz del sol sobre él, más se estiraba.

—¡Mira, mamá! ¡Un carámbano! —se escuchó el grito alegre de un niño. —Luego una bola de nieve alcanzó al carámbano. Y luego otra. Y otra. Por el ruido de la risa de los niños, nadie podía escuchar las suaves risitas del carámbano.

Se aferró al tubo con todas sus fuerzas y no pensaba soltarse. Solamente tenía un día por delante y no quería caerse. Pero, ¿qué clase de invierno sería si el carámbano no jugaba con los niños por lo menos una vez?

—Así es, es un carámbano —dijo un hombre. —El carámbano sintió el suave roce de una mano humana. Reconoció la voz. Era la voz del papá que vivía en la casa de madera. El hombre acarició suavemente al carámbano, pero no lo rompió y no pudo ocultar el deleite en su voz cuando susurró—: Me preocupaba que no tuviéramos un carámbano este año. ¡Pero vino uno!

A lo largo del día, el carámbano observó cómo el cansado sol invernal dibujaba un arco en el cielo azul y descendía lentamente más allá del horizonte. Disfrutó de los chillidos de los niños, del ladrido de un perro y del olor a café que le hacía cosquillas en la nariz cuando la mamá pasó un rato afuera con una taza en la mano.

Por la tarde, el jardín se fue aquietando y empezó a oscurecer. El carámbano sabía que era hora de prepararse.

A la mañana siguiente, sonrió alegremente cuando los cálidos rayos del sol lo iluminaron. Bajo su peso, comenzó a derretirse. Podía sentir cómo se encogía lentamente. Sentía cómo sus gotas caían en la canaleta debajo del tubo y cómo de allí fluían hasta el suelo. Se dio cuenta de que se iba, pero de todas formas se sentía feliz.

—¿Por qué estás tan contento, carámbano? —preguntó el tubo, sorprendido—. Dormiste durante el invierno. ¿Qué te llena de alegría ahora?

—No importa si dormí la mayor parte del invierno. ¡Lo más importante es que disfruté del invierno, maravilloso tubo! Aunque duró solamente un día —respondió el carámbano que se encogía, su voz ya débil.

Sonrió al tubo por última vez y luego casi desapareció. El carámbano cayó directamente en la canaleta, donde el agua inmediatamente comenzó a llevarlo bajo tierra.

—¡Nos vemos el próximo invierno! —intentó gritarle al tubo, pero su voz ya era demasiado débil—. ¡Disfruta de la vida hasta entonces! —gritó mientras se escurría bajo la tierra. Entonces el carámbano se fue para siempre.

El sol y el tubo se miraron y dijeron juntos—: El carámbano tiene razón. ¡Disfrutemos de la vida!

El tubo había también enviado los últimos trozos de nieve y hielo bajo tierra. El sol comenzó a calentar la tierra que aparecía debajo de la nieve derretida. La primavera había llegado.

¿Y el carámbano? El carámbano se colocó debajo de las raíces de las campanillas para también ser útil en la primavera. ¡Y se prometió que el siguiente invierno sería el primer carámbano en aparecer!

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