Está anocheciendo. Los últimos rayos de sol se posan delicadamente sobre la hierba delante de la tienda, invitando a la noche a tomar el relevo. Mientras te envuelves en el saco de dormir y te subes el cierre hasta la barbilla, empiezas a repasar mentalmente todo lo que ha ocurrido hoy. ¡Ha sido un dÃa increÃble!
Te acuerdas de ti y de tus padres bajando del tren y subiendo a las bicicletas. El viento te despeinó y te sonrojó las mejillas. Recorriste en bici los carriles y los caminos del bosque, hasta que al final te detuviste en este mismo estanque y tu padre deshizo la tienda plegada. Al principio te pareció bastante pequeña; de hecho, te costaba creer que podÃais caber todos en ella. Pero después de armar la tienda, ¡parecÃa un castillo!
Se oyen graznidos a lo lejos. Seguramente son los patos del estanque dándose las buenas noches. Las ranas les responden. En cuanto los humanos se callaron, las ranas se armaron de valor y empezaron su concierto nocturno. Los grillos también se han unido a la actuación. Al parecer, este ruido es la forma en que los machos llaman a las hembras. Entonces te acuerdas de cuando tú y tus amigos os reÃais cuando el profesor os contaba que los grillos escuchan con las rodillas porque tienen las orejas en las patas delanteras. ¡Fantástico!
Pero ahora estás tan cansado que sólo puedes sonreÃr débilmente. Escuchas a tu padre echar agua al fuego para apagarlo, y puedes ver las últimas chispas que saltan de las brasas encendidas hacia el cielo azul oscuro. No ha tenido que ir muy lejos a buscar el agua: estamos acampados tan cerca de la orilla del estanque que podemos oÃr el perezoso chapoteo de las…