Érase una vez, en el norte de Irlanda, vivÃa un rey llamado Maon. Este rey tenÃa un hábito muy peculiar que nadie entendÃa. Verás, siempre llevaba la cabeza cubierta con una capucha oscura y sombrÃa. Y eso no era lo único raro: nunca se cortaba el pelo más de una vez al año.
Ni siquiera tenÃa un barbero real propio. Cada año, elegÃa a uno de sus súbditos para que le cortara el pelo. El mayor misterio de todos era que ninguno de estos barberos habÃa regresado a casa. La gente estaba bastante segura de que era cosa del rey. Que se habÃa deshecho de cada uno de ellos, pero nadie sabÃa por qué. Todos se lo preguntaban.
— Quizá los haya enviado a otro reino —opinó uno de los habitantes del reino.
— Quizá les pagó tan bien que se jubilaron —dijo otro.
— Es un rey bueno y justo. Seguro que los barberos están todos bien —comentó un tercero— ¿Verdad? — Nadie respondió.
Sin embargo, la verdadera razón del misterio eran las orejas del rey. Eran extraordinarias: puntiagudas y enroscadas, como si fuera un elfo. El rey Maon estaba terriblemente avergonzado de sus orejas y harÃa cualquier cosa por proteger su horrible secreto. Por eso todos y cada uno de los que alguna vez las habÃan visto, acababan en el calabozo.
Un dÃa, le tocó a un joven leñador asumir el papel de barbero del rey. Se llamaba Liam y, sabiendo que no volverÃa a ver su casa, no estaba nada contento. Incluso podrÃa decirse que estaba un poco triste. No obstante, fue a ver al rey.
Los ojos de Liam se posaron en las inusuales orejas del rey en el momento en que Maon se quitó la capucha. Ahora el joven conocÃa…