Era muy temprano. En un campo a las afueras de la ciudad se habÃa reunido un equipo de albañiles, todos ellos con chalecos de seguridad y cascos. HabÃan llegado en coche hacÃa unos diez minutos y esperaban a los demás andando de un lado para otro.
Una vez que todos estuvieron allÃ, los trabajadores desenrollaron unos grandes dibujos sobre el capó de uno de los coches y mantuvieron una conversación sobre los planos de la nueva urbanización y la nueva escuela. Al cabo de un rato, asintieron, se dieron la mano y tomaron un rollo de cinta adhesiva de rayas rojas y blancas, extendiéndolo alrededor de toda la obra. ¡Ya podÃan empezar a construir!
Dos excavadoras y una grúa alta estaban en el aparcamiento junto a la obra. ¡Estaban deseando empezar a construir! Llevaban un par de dÃas mirándose en silencio, hasta que uno de ellos rompió el silencio.
— ¡Qué ganas tengo de empezar a cavar! —proclamó la gran excavadora.
— ¡Yo también! —añadió la pequeña excavadora— Me encanta excavar y recoger cosas. Pero lo que más me gusta —continuó entusiasmado— es cuando llueve y puedo meterme en el barro.
La grúa no quiso quedarse al margen, asà que también aportó su granito de arena.
— Bueno, a mà me gusta mucho la parte que viene después, cuando puedo levantar enormes porciones de muro y ver cómo los edificios crecen más y más — Durante mucho tiempo, los tres charlaron y charlaron sobre lo mucho que les entusiasmaba su trabajo.
Pronto llegó la hora de que las excavadoras se pusieran manos a la obra. Excavaron y recogieron tierra durante todo el dÃa. La excavadora grande hacÃa enormes agujeros en el suelo y la pequeña le seguÃa de cerca, asegurándose de que la superficie quedaba…