La mochila aterrizó en un rincón de la habitación con un ruido sordo. Johnny ni siquiera la miró. Los deberes podÃan esperar. Estaba sentado al piano y sus dedos se deslizaban sobre las teclas.
Johnny no es un niño corriente de tercer curso. No le gusta mucho dar patadas a una pelota, pero cuando se trata de música, tiene que controlarse. Si no, ¡se pasarÃa el dÃa sentado al piano!
¡Esta noche tocará en su primer recital de verdad! ¡Con espectadores reales! La profesora habÃa elegido para él un preludio de Johann Sebastian Bach. DecÃa que lo tocaban sobre todo los alumnos mayores, pero vio el talento de Johnny y decidió desafiarlo. Johnny se lo tomó como un gran cumplido y no quiso decepcionar a su profesora.
Sacó una gruesa colección de partituras en la que se veÃa el rostro sombrÃo del compositor. Hojeó las páginas y empezó a ensayar. Tocó la canción primero despacio, y más tarde lo hizo en tempo y de acuerdo con las notas.
Luego, finalmente, tocó de memoria. Cuando llegó el momento, se vistió con un traje nuevo, se peinó, agarró las partituras y salió de casa entusiasmado.
A medida que se acercaba a la sala de conciertos, notó que ya no se sentÃa tan emocionado. Le pesaban las piernas y sentÃa mariposas en el estómago. La alegrÃa desapareció y de repente se sintió como... ¿Qué era, en realidad? ¿Nerviosismo? ¿Miedo?
La profesora estaba esperando en la sala de conciertos. En cuanto lo vio, le dijo:
— Johnny, tocarás tercero. Deja tus cosas en el vestuario y prepárate. ¡La actuación empezará pronto! — Hablaba con tanto entusiasmo que no se dio cuenta de la expresión preocupada del chico. Se limitó a sonreÃrle y luego corrió a saludar a otro de sus…