Érase una vez, una granja donde vivÃan muchos animales diferentes. El dueño los cuidaba muy bien a todos. Siempre tenÃan buena comida y los grandes establos, con techos de tejas rojas, los protegÃan de la lluvia y el viento. Se oÃa el mugido de las vacas felices y el relincho de los pequeños y delicados caballos.
Sin embargo, la granja, llena de alimentos sabrosos y tentadores, también atrajo a los ratones hambrientos. Se escondieron en uno de los establos y comenzaron a reproducirse.
Al dueño grande y peludo de la granja no le gustó nada. QuerÃa deshacerse de los ratones, asà que un dÃa trajo un gran gato naranja al patio. Como no lo alimentó, el gato persiguió a los ratones todo el dÃa y la noche, y se los comió.
El gato era un muy buen cazador, por lo que el gran nido de ratones pronto se redujo a la mitad. HabÃa aprendido de su padre la astucia de la caza, y los ratones no eran muy buenos para esconderse.
Un dÃa, los ratones convocaron una reunión para pensar en una forma de protegerse del peligroso gato cazador. Hablaron durante mucho tiempo, cada uno defendió su plan, pero ninguna de las ideas fue lo suficientemente buena para todos. Era tarde en la noche cuando un ratoncito gritó: — ¡Ya sé! ¡Sé lo que puede salvarnos del gato!—
Los otros ratones lo miraron y esperaron a que continuara.
El joven ratón dijo: — Pensemos en cómo nos caza el gato. Primero, siempre nos observa en silencio. A veces, ni siquiera nos damos cuenta de que está allÃ. Luego, se agacha y salta sobre nosotros, juega con nosotros, y luego nos come. Tenemos que encontrar una manera de escuchar al gato. Una alarma de algún tipo.…