Cuando Mio entró en el edificio de la escuela, le gustó todo lo que vio. Los niños estaban alegres, los profesores eran amables e inteligentes, ¡y habÃa tantas cosas interesantes que aprender! Por eso, su primera visita a la escuela no fue la última.
Mio se matriculó y se convirtió en alumno. Le gustó entrar en segundo curso y no le importaba ser el único elefante allÃ. Al contrario, aprovechó esta ventaja al máximo. Por ejemplo, como cualquier otro elefante, Mio tiene grandes orejas grises. Esto iba a resultar muy útil en la clase de ciencias de hoy, porque los alumnos de segundo curso iban a aprender sobre los pájaros y a escuchar las canciones que cantan. Y escuchar es algo que se les da especialmente bien a los elefantes. «Además de tocar la trompa, claro. Todo el mundo lo sabe», pensaba Mio.
La señora Evans, la profesora, encendió un aparato al principio de la clase. Al instante se iluminó y empezó a sonar. Mio no tenÃa ni idea de lo que era.
—No tengas miedo —susurró Susan desde el pupitre de al lado—. Es una grabadora. Escucha, ¡te gustará!
De repente, el canto de los pájaros inundó el aula.
—Muy bien, chicos. Eso era una tórtola —informó la profesora. «Las tórtolas están emparentadas con las palomas, por eso se parecen. Hace mucho tiempo, las tórtolas sólo se encontraban en la lejana Asia. Aquà empezaron a anidar hace sólo cien años. Casi siempre viven en parejas, y se llevan de maravilla.
Después de un momento, la profesora anunció:
—Ahora voy a reproducir la canción de un pájaro que seguro que han visto antes: tiene la cabeza negra, las mejillas blancas y el vientre amarillo. ¡Y puede cantar de muchas formas diferentes! Una de esas formas…