Imagina que estamos sentados alrededor de una hoguera en una húmeda tarde de verano. El cielo rojo es cada vez más oscuro y el sol se pone en el horizonte. La noche se acerca hacia nosotros, silenciosa, y extiende su manto negro sobre el mundo.
Resuenan las últimas notas de una guitarra mientras escuchamos el crepitar del fuego. Durante toda la tarde, alimentamos la hoguera con troncos que recolectamos antes. Pero ahora debemos dejar que se apague, mirar cómo las llamas se hacen cada vez más pequeñas y se convierten poco a poco en pequeños destellos. Las chispas flotarán perezosamente sobre las ascuas calientes de la fogata durante un tiempo más.
Por fin, se extingue la última llama. Solo algunos destellos se ven entre las cenizas de vez en cuando. Qué oscuro está todo ahora. No hay ni un solo ruido y las brasas comienzan a enfriarse. Es hora de acostarse.
Nos metemos en las bolsas de dormir y miramos el cielo. ¡Está lleno de estrellas! Se ve como si las chispas del fuego saltaran al cielo y se convirtieran en miles de joyas resplandecientes.
Toma aire, cierra los ojos e imagina que una de las estrellas se mete en tu bolsa de dormir para traerte calor desde el cielo. Una estrellita juguetea por tus piernas y te acaricia los pies. Sientes un calor muy agradable que te sube por todo el cuerpo y tus piernas están relajadas y pesan mucho.
La estrella salta hacia tu panza y el calor mágico te sube del ombligo a los hombros. Sientes todo el torso relajado y pesado. Ahora la estrella está en la palma de tu mano y el calor mágico va de las yemas de los dedos hasta tu cuello. Ahora calienta la otra…