Agatha y Margarita son dos niñas pequeñas y son gemelas. Bueno, en realidad no son tan pequeñas, porque ya saben andar y hablar. Les encanta explorar el mundo. Todos los dÃas salen a pasear con su madre.
Hoy, como hace un dÃa soleado, mamá se lleva a Agatha y Margarita al campo. Nada más bajarse del cochecito ya están mirando a su alrededor con curiosidad.
—Mira, Agatha, esa cosita amarilla y negra que está zumbando tanto, ¿qué será? —pregunta Margarita y estira el brazo tras ella.
—Es una abeja, Margarita. ¡Ten cuidado, no la toques! La abeja podrÃa picarte en el dedito y eso duele mucho.
—¿Pero por qué? A mà me gustan las abejas —dice Margarita sorprendida.
—Te lo digo en serio, pican, pican —Agatha salta graciosa y se pincha en la palma de la mano con la punta del dedo.
—Es como se defienden las abejitas. Son pequeñas y tú eres demasiado grande para ellas. No saben que no quieres hacerles daño —sonrÃe su mamá, acariciando cariñosamente la mejilla de Margarita.
—Soy muuuy grande —Agatha estira los brazos por encima de la cabeza para demostrar a todos lo grande que es ya. De repente se pone en alerta y señala con el dedo al aire. —¡Mamá, mamá! Mira, ahà vuela una flor. Y otra más. ¡Qué bonita es, y tan colorida! —Agatha exclama asombrada.
—No es una flor. Las flores no vuelan. Es una mariposa.
—¿Una mariposa? ¿Puedo olerla? —Agatha, sin esperar la respuesta, ya se está inclinando sobre la flor donde está posada la mariposa.
—Huele de maravilla —dice Agatha entusiasmada.
—Creo que es la flor en la que está posada la mariposa la que te huele bien —dice su mamá riendo.
—Me gustarÃa llevarme una mariposita a casa —dice…