Era un hermoso dÃa de sol y el bosque estaba lleno de color. Los insectos parecÃan una orquesta entre las flores. Las mariposas bailaban su ballet reluciente y justo debajo de ellas, en una pequeña hoja verde, habÃa un huevo diminuto. Era tan grande, o más bien tan pequeño, como la cabeza de un alfiler.
De repente, el huevo empezó a moverse. Rebotaba hacia arriba, hacia abajo y hacia los lados, rodando sin parar. Luego se detuvo y un pedacito de la cáscara se desprendió, y un ojo muy pequeño apareció.
—¡Qué bonito es todo! —exclamó el pequeño ojo negro, mirando a todas partes. Luego desapareció, pero solo por un momento. El huevo volvió a moverse y se desprendió otro pedacito de cáscara. Dos ojos negros se asomaron por el agujero y apareció una cabeza.
—Todo esto es maravilloso —dijo la cabeza mientras intentaba salir del pequeño huevo. Se retorcÃa y retorcÃa y retorcÃa, y pronto apareció una oruga fea y peluda sobre la hoja.
—¡Fantástico! —dijo la oruga con placer, una vez más.
—¡Buenos dÃas, sol! Eres tan hermoso y cálido. ¡Gracias por tu cálida luz!
El sol sonrió suavemente y acarició a la oruga con sus rayos. La oruga cerró los ojos y disfrutó del cálido clima de primavera.
De repente, una gran nube blanca y esponjosa cubrió el sol. La oruga abrió mucho los ojos y miró hacia arriba.
—Gracias, nube, por esta agradable sombra —dijo sonriendo, y la nube se transformó en un rostro y le sonrió de vuelta.
Una bandada de mariposas bailó por encima de la cabeza de la oruga. —¡Qué bonitas son y qué colores tan bonitos tienen! —dijo la oruga encantada.
—Muchas gracias, oruguita —rieron las alegres mariposas mientras jugueteaban y giraban.
Algún tiempo después, la oruga…