Érase una vez, en una granja muy grande, una gallina que habÃa perdido a uno de sus polluelos. El pollito habÃa pasado todo el dÃa escarbando alegremente en el suelo sin prestar atención a nada más, asà que, cuando llegó la noche, no vio ni a sus hermanos ni a su madre por ninguna parte. Todo el mundo se habÃa ido a casa; parecÃa que se habÃan olvidado de él porque, claro, como estaba escarbando, se habÃa alejado bastante.
—¿Cómo encuentro el camino a casa? ¡No conozco este sitio! ¡Y todo es muy grande! —exclamó el pollito, asustado.
Entonces, vio una sombra gigantesca que se acercaba, pero solo era el caballo del granjero, que volvÃa a su cerca.
—¿Necesitas ayuda, pequeño? —preguntó el caballo.
—Creo que estoy perdido. SÃ, estoy perdido y muy cansado —contestó el pollito, dando un fuerte bostezo—. Estuve todo el dÃa en el jardÃn buscando algo que picotear, pero ya es hora de dormir y estoy muy lejos de casa. ¡No sé ni dónde estoy!
El caballo le dijo de inmediato con un relincho:
—Si quieres, puedes dormir conmigo en el establo. ¡Hay mucho sitio!
La oscuridad cayó rápidamente sobre la granja y los grillos comenzaron a cantar su canción de buenas noches para todos los animales. El pollito accedió a dormir en el establo del caballo, pero el suelo de madera era demasiado duro para él y estaba muy frÃo.
—¿Por casualidad tienes un sitio un poco más mullido y calentito para dormir? —preguntó el pollito.
Al principio, el caballo relinchó, sorprendido.
—¿Más mullido y calentito? ¿Para qué? —El caballo no entendÃa nada—. Ponte de pie en esa esquina ¡y a dormir!
No tenÃa ni idea de que las gallinas y los pollos no duermen de pie como los caballos y…