Hermanos Grimm
El rey Pico de Tordo
Este cuento popular enseña que ser arrogante no vale la pena. La verdadera riqueza y belleza proceden de nuestra modestia, sinceridad y amabilidad.
Érase una vez un anciano que vivÃa con su amada esposa en una pequeña casa de madera. La casa estaba rodeada de un gran jardÃn donde el anciano cultivaba todo tipo de deliciosas frutas y verduras, casi cualquier cosa que se pudiera cultivar y comer.
Un dÃa, cuando por fin se habÃan derretido las nieves del invierno y la naturaleza empezaba a despertar, el anciano salió a estirar los músculos y a calentarse bajo el sol primaveral. Mientras disfrutaba del aire fresco, de repente se fijó en una pequeña semilla de color amarillo apagado que yacÃa en el suelo a sus pies.
— ¡Vaya, qué semillita tan pequeña! —dijo— ¿De dónde has salido? Bueno, vamos a buscarte un buen sitio en el jardÃn y veremos en qué te conviertes — Amaba la jardinerÃa tanto como descubrir nuevas cosas, asà que fue un gran dÃa para él.
Levantó con cuidado la semilla de color amarillo apagado y la llevó a su jardÃn, donde cavó un pequeño hoyo y puso la semilla dentro. Luego la cubrió con tierra blanda y la roció con un poco de agua.
¡Ahora sólo quedaba esperar para saber qué sorpresa habÃa dejado el viento!
Todos los dÃas, el anciano regaba la semilla y, al cabo de una semana de sol, un pequeño brote verde empezó a abrirse paso por la tierra. Pronto aparecieron dos hojitas. El anciano siguió regando y cuidando el brote, ansioso por saber en qué tipo de planta se convertirÃa.
DÃa y noche pensaba en la semilla, devanándose los sesos e intentando adivinar qué podÃa ser. Preguntó a su mujer qué pensaba, y ella tampoco lo sabÃa. SeguÃa sin saber en qué se convertirÃa. ¡La plantita era un misterio!
Rápidamente aparecieron más hojas en el brote, pero no fue hasta que creció…