Hermanos Grimm
El rey Pico de Tordo
Este cuento popular enseña que ser arrogante no vale la pena. La verdadera riqueza y belleza proceden de nuestra modestia, sinceridad y amabilidad.
Érase una vez un rey anciano y frágil que gobernaba un vasto reino. El rey tenÃa una hija famosa por su belleza sin igual. La bella princesa disfrutaba pasando el tiempo en el jardÃn real, donde paseaba o jugaba a las escondidas con sus amigas. Este maravilloso jardÃn estaba lleno de rosas amarillas, margaritas, tréboles y grandes robles.
Un dÃa, la princesa estaba en su lugar favorito: junto a un pozo profundo. Estaba lanzando y atrapando su pelotita dorada y tarareando una canción para sà misma mientras escuchaba el burbujeo del agua. Los rayos del sol se reflejaban en la pelotita creando hermosos destellos de luz dorada. Sin embargo, uno de estos destellos brilló directamente en sus ojos y ella dejó caer la pelota en el pozo. Muy a su pesar, ésta desapareció en la oscuridad de las profundidades.
La pelota era su juguete favorito, por lo que la princesa se puso a llorar tristemente. Mientras lloraba, oyó una voz grave que salÃa del pozo:
—¿Por qué lloras, princesa? Croac, croac.
La princesa se sorprendió tanto que dejó de sollozar y, solo entonces, pudo ver en el agua a una criaturita de grandes ojos saltones. Era un pequeño sapo verde. El sapo, rápidamente, se dio cuenta de por qué la princesa estaba triste y le dijo:
—No llores, puedo devolverte tu pelota de oro. Pero ¿qué puedes darme tú a cambio?
—Lo que quieras, querido y dulce sapo. Perlas, diamantes, lo que sea que te haga feliz —dijo la princesa.
—No, no, no. No quiero nada de eso. Solo quiero ser tu mejor amigo. Quiero sentarme en tu preciosa mesa y dormir en tu cómoda cama. Si puedes prometérmelo, te devolveré tu pelota de oro —dijo. Esas eran sus condiciones.
La princesa prometió al sapo todo…