Muy muy lejos, en la tierra de donde procede el Viento del Norte, siempre hace frÃo y es gris y miserable. Sólo un pequeño puñado de personas han tenido el valor de construir allà sus humildes hogares. Los pocos que lo hicieron vivieron su vida con sencillez, en armonÃa con la naturaleza.
Dos de estos valientes eran Olaf y su madre. Todas las noches se sentaban juntos frente a una vela y escuchaban el aullido del Viento del Norte hasta que se quedaban dormidos. El Viento los arrullaba asà desde hacÃa muchos años.
Una noche, Olaf se olvidó de cerrar una de las ventanas de su pequeña cabaña de madera. El viento golpeó con fuerza las contraventanas, pero Olaf y su madre estaban tan profundamente dormidos que el ruido no los despertó.
Sólo cuando se despertaron al amanecer descubrieron que el Viento del Norte se habÃa llevado toda la comida de la cocina. ¡La despensa y los armarios estaban vacÃos! El viento se habÃa llevado consigo todos y cada uno de los alimentos de la casa hasta el Polo Norte.
Olaf se puso inmediatamente su ropa más abrigada. Iba vestido de lana gruesa de pies a cabeza, y lo remataba con un gorro y un abrigo de piel. Salió en busca del Viento para recuperar toda su comida. HacÃa un frÃo glacial incluso a plena luz del dÃa, y la nieve crujÃa bajo los pies de Olaf a cada paso. Al respirar, un humo blanco salÃa de su boca, y de sus pestañas colgaban pequeñas estalactitas de hielo.
El solitario viajero se abrió paso lentamente a través de la profunda nieve durante horas y horas, hasta que dio con un pequeño pueblo. Estaba oscureciendo, asà que decidió descansar un poco y pasar la noche en la única…