Hace muchísimo tiempo, en lo que hoy es la India, había grandes campos de arroz, igual que los hay ahora. Sin embargo, en aquella época no se veía a ningún campesino en los campos trabajando duro y recogiendo las cosechas. Solo se percibía el viento que soplaba justo por encima de las espigas de arroz y creaba unas olas extraordinarias. Por aquel entonces, el arroz no tenía el aspecto y la forma que conocemos hoy en día. Los granos de arroz eran mucho más grandes. Tan grandes que un hombre podía saciarse con un solo grano. Así que, aunque en aquella época ya vivía mucha gente en la India, nadie pasaba hambre. La gente vivía bien y estaba contenta. Además, los campesinos no tenían que trabajar duro en los arrozales porque tenían una gran ventaja: no era necesario cosechar los granos, porque cuando se ponían maduros, se separaban de la planta y rodaban solos hasta los graneros. Y esta era la razón por la que los campesinos construían sus graneros de arroz justo al lado de los campos. Así era más fácil que el arroz rodara directamente a los almacenes.
Todo marchaba perfectamente hasta que llegó un año realmente excepcional. La cosecha fue enorme, sin precedentes. Las plantas tenían un tamaño extraordinario y los granos de arroz eran tan inusualmente grandes que nadie los había visto nunca mayores. Los tallos se doblaban literalmente bajo el increíble peso.
Los campesinos eran conscientes de que sus graneros serían demasiado pequeños para albergar toda esa extraordinaria cosecha, puesto que incluso en años anteriores sus almacenes habían estado a punto de reventar. Por lo que se pusieron manos a la obra rápidamente y comenzaron a ampliar sus graneros. Sabían que una buena cosecha era una bendición, así que querían almacenar cada…