Nuestra historia comienza hace mucho tiempo, cuando el Diablo aún era joven y se dedicaba a crear cosas malvadas por diversión. Un dÃa, creó un espejo extraño. ParecÃa bastante común, pero en realidad escondÃa mucha maldad en él. Quien lo mirara solo verÃa la maldad del mundo. Y lo que es peor, llenarÃa su corazón de oscuridad y eso harÃa al mundo un lugar peor.
El astuto Diablo amaba su nueva creación y querÃa que la mayor cantidad posible de gente la mirara. Solo imaginaba guerras y odio en su cabeza. Obsesionado con la idea, hizo volar el espejo hacia el cielo. Su plan, por supuesto, era que cualquiera que mirara hacia el cielo lo viera, pero cuanto más alto volaba, más pesado se volvÃa el espejo. Pronto no pudo sostenerlo más y se le escapó de las manos. Cayó al suelo y se rompió en un millón de pedacitos.
Parte del espejo cayó sobre un pequeño pueblo donde vivÃan dos grandes amigos: un niño llamado Kai y una niña llamada Pietra. Vivieron muy juntos toda su vida y eran simplemente inseparables. Jugaban juntos todo el dÃa, compartÃan secretos y, lo mejor de todo, cuidaban su pequeño jardÃn.
La frÃa mañana de invierno después de que se rompió el espejo, Kai y Pietra estaban jugando con bolas de nieve. A pesar de que hacÃa mucho frÃo, se rieron y jugaron y la alegrÃa de una buena pelea de bolas de nieve los calentó. Después de un rato, Pietra corrió a otra parte del jardÃn para conseguir nieve fresca, hizo una bola de nieve y se la arrojó a Kai. No sabÃa que habÃa pedazos del espejo del Diablo en él, y tan pronto como la pelota lo golpeó, la sonrisa en su rostro desapareció. Miró a Pietra con mala cara y dijo:
— Hace muchÃsimo frÃo, me voy a casa. Ya no me gusta jugar contigo —giró sobre sus talones y se fue.
— ¡Kai, espera! —gritó Pietra. —¡Lamento haberte golpeado! Tomemos chocolate caliente en mi casa. ¡Sabes que lo amas! —pero él no se dio vuelta. Ella pensó que él debÃa estar enojado con ella por la última bola que le habÃa lanzado. ¿HabÃa estado demasiado helada? Estaba muy triste y confundida. Nunca se habÃan peleado y no podÃa dejar de pensar en lo que habÃa enfadado tanto a su amigo.
Pasó mucho tiempo y Kai todavÃa no hablaba con su amiga. Sus palabras diciendo que ya no querÃa jugar con ella, habÃan herido profundamente a la niña. Ella estaba confundida.
Un dÃa, escuchó a los padres de Kai hablando con los suyos.
— Ha estado actuando de manera muy extraña e indiferente —dijeron. — Es como si fuera una persona completamente diferente.— Pietra empezó a sospechar algo, pero no habÃa manera de descubrir la verdad. TodavÃa no la dejaba acercarse a él.
Unos dÃas más tarde, los otros niños del pueblo hicieron una carrera de trineos. Kai se unió a ellos, arrastrando su trineo hasta la cima de la colina y descendiendo rápidamente. Un grupo de niños que estaba cerca planeaba atar sus trineos al primer carruaje que pasara. Estaban discutiendo sobre quién deberÃa hacerlo. Kai los escuchó y se ofreció como voluntario, diciendo que no habÃa nada en el mundo que pudiera asustarlo.
El mismo Diablo debÃa estar moviendo los hilos de esta broma, porque el primer carruaje pertenecÃa a la Reina de las Nieves. Ni siquiera era un carruaje, era un enorme trineo helado, adornado con nieve y arrastrando tras de sà nubes heladas. Por donde pasaba la Reina de las Nieves, todos sentÃan un escalofrÃo terrible. Los otros niños se asustaron inmediatamente y huyeron, pero Kai, con confianza, corrió hacia él con su trineo y lo agarró por detrás. Una repentina ráfaga de viento helado lo envolvió por completo y el trineo se detuvo. La Reina de las Nieves salió del carruaje y se acercó al niño.
— Debes estar helado —dijo. —Deja que te ayude.— Ella lo besó en la frente y el niño dejó de sentir frÃo.
— ¿Ves? Ya estás mejor. Ahora déjame besarte una vez más y te olvidarás de todas las personas que amas.
Kai no tuvo tiempo de resistirse antes de que los labios de la reina tocaran su frente nuevamente. Y, en un abrir y cerrar de ojos, se olvidó de todo. Sus padres, sus amigos, Pietra... ya no recordaba a ninguno de ellos.
— Eso es suficiente por ahora —dijo la Reina. —Un tercer beso te matarÃa. Ahora ven aquà y siéntate a mi lado.— Subió al carruaje profundamente encantado por la reina, y ella lo envolvió en pieles.
En ese mismo momento, Pietra sintió que algo andaba mal. Kai no estaba a la vista y un escalofrÃo recorrió su espalda. Descubrió que, al igual que ella, nadie lo habÃa visto. Desapareció por completo y nadie supo si se habÃa escapado, si estaba perdido o si alguien lo habÃa secuestrado.
Los habitantes del pueblo incluso pensaron que se habÃa ahogado en el rÃo. Pietra no lo creyó, pero de todos modos fue al rÃo caudaloso. Ella fue a buscarlo aunque él no parecÃa necesitarla.
— Dime, rÃo ¿fuiste tú quien se llevó a Kai lejos de mÃ? —ella preguntó.
— Puedo darte mis botas si me dices dónde está él.
Pietra arrojó las botas al rÃo y esperó una respuesta, pero no llegó ninguna y fue a buscarlo a otra parte.
— Oh Kai, ¿dónde estás? —dijo Pietra, abriéndose camino a través de los bosques nevados.
— Caw, caw —de repente chilló un cuervo a su lado. — Sé dónde, sé dónde.
El pájaro negro voló y se posó sobre su hombro.
— ¿Sabes? Bueno, ¿dónde está? —preguntó ansiosamente.
— Con una anciana, una anciana. En una casa con un gran jardÃn, un gran jardÃn.
— ¡Gracias, gracias! —Pietra gritó de alegrÃa.
— Cuando cruces el bosque, caw caw, será el segundo pueblo al que llegues, caw caw.
Pietra caminó y caminó durante lo que le parecieron siglos, hasta que finalmente pasó el primer pueblo y entró al segundo. Cuando llegó al final, vio una casa grande en medio de un gran jardÃn. Aunque era invierno, el jardÃn estaba tan exuberante y verde como si fuera verano.
Pietra se armó de valor y llamó a la puerta. Una señora mayor abrió la puerta y la invitó a pasar. Pietra le contó todo, esperando encontrar a Kai en la casa. Se sintió muy decepcionada al saber que la mujer nunca habÃa oÃdo hablar del niño. ¡El pájaro debió haberla engañado!
— ¿Cómo es posible que las flores de tu jardÃn florezcan incluso en invierno? —preguntó Pietra mirando el jardÃn por la ventana.
— Las cuido bien y hablo con ellas a menudo —dijo la mujer. — Les gusta hablar. ¿Por qué no echas un vistazo más de cerca? Recuerda saludar.
La mujer no tuvo que preguntar dos veces. La niña salió corriendo, emocionada, pensando en todos los momentos que pasó con Kai en el jardÃn, cuidando sus propias rosas. Luego se arrodilló para oler una de las pequeñas flores rojas.
— Hola —dijo. —Todas ustedes son muy hermosas.
— ¡Corre, niña! —respondieron las rosas. —La bruja te atrapará aquà para siempre si no te vas ahora mismo.
— ¡Pero tengo que encontrar a mi amigo! —dijo Pietra. — ¡No sé adónde ir!
— Ve al norte —susurró la rosa. —Puedes encontrar a tu amigo allÃ.
La florecita parlante parecÃa decir la verdad y Pietra decidió confiar en ella. Tomó su abrigo y caminó rápidamente hacia la puerta.
— ¿A dónde vas, querida? ¡No hay necesidad de tener prisa!— La mujer la agarró del brazo y empezó a arrastrarla de regreso a la casa. Pietra logró liberarse y huyó lo más rápido que pudo. — Gracias, pequeña rosa —susurró.
Pietra caminó y caminó, dirigiéndose hacia el norte y gritando el nombre de Kai cada vez que podÃa. Un dÃa, un zorro ártico escuchó sus gritos.
— ¿Estás buscando a alguien? —preguntó.
— SÃ, por favor ayúdame, estoy buscando a mi amigo Kai.
— ¿Cómo es él? —preguntó el zorro, y Pietra lo describió.
— ¡Pero eso suena igual que nuestro prÃncipe! —dijo el zorro. — Ven conmigo, te llevaré al palacio.
El zorro blanco empezó a correr no muy rápido, y la niña, congelada hasta los huesos, lo siguió lo más rápido que pudo. Recordó al cuervo traicionero y dudó si podÃa confiar en el zorro, pero no tenÃa otra opción.
No pasó mucho tiempo antes de que se encontraran frente al enorme palacio. Cruzaron la puerta en silencio, subieron a un barandal y miraron por la ventana. Vieron a un niño adentro, pero les daba la espalda. El niño tenÃa cabello castaño rizado y se parecÃa a su amado Kai.
— ¡Ese es Kai! —ella gritó de alegrÃa. El prÃncipe y la princesa, que también estaban allÃ, la oyeron y se dieron vuelta. Fue entonces cuando Pietra se dio cuenta de que no era Kai y su corazón se hundió.
La familia real rescató a la niña del balcón, la envolvió y la calentó junto al chispeante fuego. Eran personas muy amables y le dieron de comer mientras ella les explicaba por qué fue hasta allÃ. Sintieron mucha pena por ella y ofrecieron prestarle el carruaje real dorado para ayudarla en su búsqueda.
Una vez más, ella emprendió el viaje. Pasó muchos dÃas en el carruaje, pero Kai no estaba por ningún lado.
Una noche, una bandida robó el carruaje de Pietra y la encerró en una casa cercana.
La bandida era una señora que vivÃa en una lamentable choza con solo un reno afuera para hacerle compañÃa. Cuando robó el carruaje, pensó que pertenecÃa a un prÃncipe, a un duque o a alguien con mucho dinero. No esperaba encontrar una niña. Ella se sentÃa muy sola y pronto empezaron a hablar. Pietra le contó todo acerca de cómo se propuso encontrar a su amigo perdido.
La mujer se sintió muy mal por la niña, pero aun asà no querÃa devolver el carruaje.
— Yo llevaré tu carruaje —dijo. — Vender esto me alimentará durante un año. Pero puedes llevarte mi reno y te dejaré quedarte con tu abrigo y tus guantes. Mi reno te llevará con una bruja sabia que conozco en las montañas. Creo que sabrá dónde encontrar a tu amigo. Ella sabe todo.
Pietra le agradeció por dejarla ir, montó en el reno y cabalgó como el viento hacia el norte.
Cuando llegó a la cabaña de la bruja, la mujer la estaba esperando en la puerta como si ya supiera que vendrÃa.
— Querida hija, haces bien en buscar a tu amigo —dijo la bruja. — Está bajo el hechizo de la malvada Reina de las Nieves. Hay rumores al respecto por todos lados. Kai se convertirá en su sucesor. Debes darte prisa si quieres salvarlo antes de que sea demasiado tarde.
Decidieron que Pietra se marcharÃa al dÃa siguiente y, cuando ella se quedó dormida, la mujer habló con el reno.
— ¿Conoces el camino al Palacio de Hielo? —le preguntó.
Él asintió y dijo: — ¿No puedes ayudarla? ¿No puedes darle la fuerza para vencer a la Reina de las Nieves?— TemÃa por la niña.
— ¿No ves lo fuerte que ya es? —preguntó la bruja. — Ella llegó hasta aquà sola. Ella no necesita más poder. Solo puedo mostrarte el camino. Tiene un corazón bueno y puro, y ese es el poder más grande del mundo.
Cuando Pietra despertó, la mujer le dio una mochila con comida y le dijo: —DeberÃas irte ahora, no tienes mucho tiempo. El reno sabe adónde ir, asà que quédate con él.
— Gracias por todo —dijo Pietra. — Por favor, reza por mÃ.— Y luego se subió al lomo del reno y juntos corrieron hacia el Palacio de Hielo. Cuando llegaron a la puerta, el animal la soltó y se escondió detrás de un gran muro para esperarla.
Pietra entró en el palacio e inmediatamente se encontró en una sala colosal hecha enteramente de hielo. En medio del salón vio a Kai sentado en un poderoso trono donde solÃa sentarse la Reina de las Nieves. Estaba sumido en sus pensamientos, moviendo trozos de hielo frente a él, simplemente mirándolos.
¡Pietra estaba tan feliz de haberlo encontrado finalmente! Ella corrió hacia él, llena de alegrÃa, y le dio un fuerte abrazo.
— SabÃa que te encontrarÃa —susurró. — Kai, te extrañé mucho.— Pero Kai ni siquiera la miró. Sus ojos vacÃos continuaron mirando el hielo frente a él.
Cuando Pietra se dio cuenta de que su amigo ni siquiera se habÃa fijado en ella, se echó a llorar. Lloró y lloró, y sus lágrimas cayeron sobre el pecho de Kai y derritieron la corteza helada que la Reina de las Nieves habÃa construido alrededor de su corazón.
— ¿Pietra? ¿Eres tú? —preguntó Kai como si estuviera despertando de una terrible pesadilla. ¡No podÃa creer lo que veÃa! De repente recordó todo. ¡Se sintió tan mal por cómo trató a su amiga! Él también comenzó a llorar y sus lágrimas lavaron sus ojos, eliminando los efectos del Espejo del Diablo.
Kai y Pietra salieron juntos del Palacio de Hielo y encontraron al reno, quien estaba extasiado al descubrir que la niña estaba a salvo y que habÃa salvado a su amigo. De camino a casa, se detuvieron en la cabaña de la bruja sabia, en la cabaña de la bandida y en el gentil palacio, agradeciendo a todos desde el fondo de sus corazones. El viaje de regreso fue muy largo y cuando finalmente llegaron ya era primavera.
Pietra y Kai nunca dejaron de ser amigos. Kai volvió a ser feliz, y durante años se sentaron en su jardÃn, recordando su gran aventura, riendo y, por supuesto, hablando con sus rosas, pues todos sabemos que las rosas también aman conversar.