La historia de la madera

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La pereza nunca da buenos resultados.

Hay una leyenda que dice que, hace mucho tiempo, la gente no tenía que cargar la madera de las montañas a las aldeas. Simplemente se movía sola hasta las casas de los habitantes. Un día, una mujer no quiso volver a casa andando y se subió encima de los troncos para que la cargara hasta la aldea. Pero estos no se movieron. Desde ese momento, la gente tuvo que cargar con la madera a cuestas desde los bosques.
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La historia de la madera
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Hace mucho, mucho tiempo, los habitantes del mundo tenían una vida mucho más fácil que la que vivimos en nuestros días. No había nadie que conociera la pobreza y sobrellevaban con bastante entereza los largos y crudos inviernos. No es que no pasaran frío, sino que no tenían que arrastrar pesados vagones llenos de madera ni cargar con grandes montones de leña en la espalda.

En otoño, salían a los bosques a talar árboles y ataban todos los troncos con una cuerda muy resistente. Entonces, con el golpe de una varita mágica hecha de cobre, ¡la madera se trasladaba sola adonde tenía que ir!

Hacía todo el camino desde el bosque hasta las aldeas. Cruzaba montañas, valles y arroyos y pasaba por senderos muy estrechos y por amplias sendas en los campos. Nadie tenía que indicarle en qué dirección debía ir porque ya lo sabía.

Cuando los aldeanos regresaban del bosque, la madera ya estaba lista para usar, toda apilada ordenadamente en la plaza de la aldea, en los jardines de las casas y en los almacenes de las tiendas. Solo debían serrar la madera en trozos pequeños para utilizarla durante todo el año.

¿Por qué ya no es así? Porque la gente siempre quiere más y, cuando las cosas nos van bien, queremos que vayan aún mejor. En este caso, el desastre vino de la mano de una mujer muy egoísta que odiaba esforzarse por nada.

En un frío y borrascoso día de otoño, los habitantes de la aldea cortaron los árboles como siempre hacían y los amontonaron a un lado. Podrían haber agitado la varita de cobre para que la madera viajara sola, como de costumbre. ¡Pero no! Esta mujer no tenía ganas de andar por el bosque bajo la lluvia. Era un camino muy largo hasta…

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