Érase una vez una niña llamada Cora que vivía en una pequeña ciudad. Era lista e inteligente, pero no le gustaba mucho el colegio. Cora pasaba la mayor parte del tiempo soñando con ser princesa.
—Es la única de su clase que ni siquiera sabe leer bien las primeras letras del abecedario —la profesora se quejó a los padres de Cora.
Un día, la clase empezó a aprender la letra P. Los alumnos abrieron sus libros de lectura y leyeron en voz alta palabras que empiezan por P:
-PLUMA
-PERA
-PERFUME
Junto a cada palabra había un bonito dibujo.
-PERICO
-PUERCO
-PRINCESA
Junto a la palabra PRINCESA había un dibujo de una torre con una pequeña ventana. En la ventana, allí estaba ella, la princesa encarcelada en persona. Cora se quedó mirando el dibujo. Se dio cuenta de que la princesa estaba diciendo algo, o incluso gritando, pero no lograba oír nada. Cora miró más de cerca y prestó mucha atención al dibujo. Sí, la princesa movía los labios. Pero Cora seguía sin oír nada, así que acercó la oreja al dibujo. Y entonces pudo escuchar claramente las palabras que salían del libro.
—¡Socorro! —gritó la princesa del dibujo. —¡Un dragón!
—¿Un dragón? —Cora se sorprendió porque no veía ningún dragón. —¿Dónde está?
—Allá, muy lejos — dijo la princesa. Sacó la manita por la ventanita y señaló con el dedo la página de al lado. Cora vio un ORANGUTÁN, un OSO y una ORCA porque era la página con la letra O. Pero no había ni rastro del dragón. Cora pasó rápidamente las páginas hasta la página con la letra D, ¡y ahí estaba! Ahí estaba la palabra DRAGÓN, pero el dragón no aparecía por ninguna parte. Presa del pánico, volvió a hojear las páginas.…