Los siete cabritos

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El famoso cuento de los hermanos Grimm sobre unos cabritos traviesos y un lobo feroz.

La madre cabra deja a sus cabritos solos en casa, y el lobo hambriento percibe inmediatamente la oportunidad de conseguir un sabroso almuerzo. El lobo intenta llegar a los cabritos de muchas maneras. Al final abren la puerta pensando que es su madre. Pero los espera una gran lección...
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Los siete cabritos
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Érase una vez una casita de madera con una gran puerta verde en un prado bajo las montañas, y en esa casa vivían una cabra llamada Elisa y sus siete bebés.

Los cabritos, que es como llamamos a los bebés de las cabras, habían nacido apenas unas semanas antes, por lo que sólo salían de casa con su madre. Aún eran bebés, pero ya tenían cuernitos y les gustaba jugar y hacer travesuras, así que Elisa decidió enseñarles los peligros que podían encontrarse por el mundo si no tenían cuidado.

Su madre los llevó a la tierra donde vivía el viejo guardabosques gruñón, más allá del ruidoso riachuelo. Tenía un jardín enorme con muchos árboles frutales en flor, arbustos con hojas verdes y crujientes y frambuesas esperando a ser comidas. Los niños nunca habían probado las frambuesas antes, y les encantaron.

Elisa estaba a punto de regañar a sus pequeños glotones por masticar los arbustos de frambuesas del guardabosque cuando oyeron un ladrido furioso muy cerca. Fue tan fuerte que las patitas de los cabritos empezaron a temblar y, un momento después, al ver el aspecto del perro del guardabosques, se asustaron aún más.

Se llamaba Colagusano, que no es un nombre que asuste, pero tenía un largo pelaje oscuro que se erizaba en una cresta sobre su espalda ¡Era aterrador, tan grande como un oso! Sin embargo, Elisa mantuvo la calma porque sabía que Colagusano estaba atado y sólo podía llegar hasta el manzano, que estaba lo suficientemente lejos como para que estuvieran a salvo.

— Así que, mis pequeños —dijo con voz firme—, quiero que recuerden lo peligroso que puede ser por estos alrededores, y prométanme que nunca vendrán aquí.

—¡Lo prometemos, mamá! No vamos a olvidarnos de un perro tan grande y temible…

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