Charlotte iba de regreso de la escuela y a lo lejos alcanzó a ver dos carteles de colores muy llamativos con ponis y cisnes volando.
—¡Papi! —dijo Charlotte, mientras lo jalaba de la manga de la camisa—. ¡Creo que llegó la feria!
—Tienes razón, Charlotte, la feria acaba de llegar. ¿Quieres ir a echar un vistazo? —La niña asintió con entusiasmo y saltó de alegría. No podía aguantar la emoción, le encantaban los carruseles. Se acercaron a observar cómo los trabajadores montaban todas las atracciones.
Más tarde ese día, la familia de Charlotte fue a la feria. Para entonces, las atracciones y los puestos de comida y regalos estaban montados, y la música alegre sonaba muy alto y venía de todas direcciones.
—Quiero subirme al paseo en cisne y al carrusel—dijo Charlotte emocionada—. ¡Y quiero un algodón de azúcar y una rosquilla, por favor, papá!
Entonces, su madre intervino compartiendo el entusiasmo de Charlotte—. Y tienes que ganarnos algo bonito en el juego de lanzar pelotas.
Charlotte y su madre se dirigieron al paseo en cisne, mientras tanto, su papá fue al juego de lanzar pelotas que estaba ahí cerca. Cuando llegó su turno de jugar, tomó la pequeña pelota, apuntó cuidadosamente a la torre de latas y ¡Bang! Tiró toda la torre con la pelota. Por haber ganado, eligió una flor de papel amarillo como premio. Luego, tomó otra pelota, apuntó con cuidado y ¡Plum!, derribó otra de las torres de latas. Esta vez, como premio, eligió una flor de papel rojo.
—Esta es para ti, querida hija —dijo, mientras le daba la flor amarilla a Charlotte y le esbozaba una gran sonrisa—. Y la flor roja es para mamá. Ahora te toca a ti, Charlotte, ¿quieres intentar lanzar una pelota? —La niña asintió…