Un tigre paseaba un dÃa por el bosque cuando tuvo el accidente más desafortunado. Tropezó y se precipitó en un profundo agujero. Intentó en vano saltar, trepar o escalar las paredes.
El pozo era demasiado profundo y las paredes demasiado resbaladizas. El tigre pidió ayuda, pero nadie respondió. Gritó y gritó hasta casi perder la voz, pero sin éxito. Pasó la noche y no tardó en amanecer.
El tigre habÃa gritado hasta quedarse ronco y ahora tenÃa tanta hambre que su barriga empezó a rugir. No podÃa hacer nada. Se tumbó desesperado en el fondo del agujero, esperando su fin.
De repente, oyó unos pasos que se acercaban. Se levantó de un salto y gritó: —¡Socorro! Ayuda!
—¿Quién es? —preguntó un rostro humano que se asomó por el borde del agujero, para volver a desaparecer asustado un segundo después. —¡Oh, no! ¡Es un tigre! —gritó.
—No huyas, humano, por favor —suplicó el tigre. —Por favor, ayúdame. Sácame de aquÃ. Te prometo que no te haré daño.
—Lo siento, tigre —respondió el humano. —Siento que te haya pasado esto, pero no puedo confiar en ti. Si te ayudara, seguro que me comerÃas.
—¡Te juro, humano, que no te tocaré ni un pelo! —prometió el tigre. —¡Siempre estaré en deuda contigo! De verdad.
Al final, el humano se apiadó del pobre tigre. Arrastró un tronco muerto y lo empujó al foso. El tigre trepó fácilmente y salió del agujero. Pero después de libre, vio al hombre indefenso que tenÃa delante y se le hizo agua en la boca, recordándole lo hambriento que estaba.
No dudó ni un segundo y saltó hacia el humano, dispuesto a comérselo entero.
—¿Qué estás haciendo? —gritó el humano, luchando por liberarse del poderoso agarre del tigre. —¡Juraste que no me harÃas…