Cuento finlandés
El viejo granjero y los estafadores
Engañar no compensa y eso es lo que aprenden los dos estafadores de la historia. Aunque engañan al viejo granjero, éste les da una buena lección.
Había una vez una jungla en la que vivían en armonía muchísimos animales. Entre ellos, también vivía un chacal moteado. Al anochecer, siempre recorría la jungla en busca de comida sabrosa para saciar su hambre voraz. Sin embargo, últimamente no tenía mucha suerte. Su estómago vacío sonaba y sonaba cada vez más y más. Parecía tener dentro un concierto. Estaba tan hambriento como un lobo.
Los días pasaban y el chacal no conseguía nada para llevarse a la boca. Así que, un día, intentó probar suerte fuera de la selva y decidió ir hasta el pueblo más cercano para buscar algo que saciara su apetito ya que la situación era cada vez más insoportable. Desde que apareció por la entrada del pueblo, los perros guardianes se dieron cuenta de inmediato de su presencia. Había unos seis o siete perros, por miedo no le dio tiempo ni a contarlos. Eran feroces y con sus ladridos y sus afilados dientes lograron atemorizarlo. Sin embargo, el chacal corrió y corrió y logró salir airoso de este ataque inesperado… O eso pensaba él, ya que esta tranquilidad no iba a durar mucho tiempo. Los perros continuaron a perseguirlo. Parecía que le esperaba una muerte segura.
En su desesperada huida, de repente, encontró una casita y entró rápidamente para refugiarse. En la casa había unos baldes de pintura azul y, sin pensarlo dos veces, se metió dentro. Como por arte de magia se transformó en un ser sobre natural. ¡No parecía para nada un chacal! Confundido y un poco aturdido, salió del balde. Gracias a su nuevo color, un tanto inusual entre los animales, los perros guardianes no lo reconocieron y salieron corriendo tremendamente asustados porque pensaban que se trataba de algún animal misterioso que nunca antes habían visto.
Después, un…