Hace mucho tiempo, los conejos tenÃan un aspecto muy diferente al que tienen ahora. Antes, tenÃan las orejas pequeñas como las de los gatos, pero un dÃa pasó algo increÃble…
En aquella época, todos los animales estaban satisfechos con su aspecto excepto un conejito, al que su apariencia no le gustaba lo más mÃnimo. Muchas veces miraba su reflejo en los estanques y en los charcos y se ponÃa muy, muy triste.
«Soy la criatura más insignificante de toda la naturaleza», se decÃa el conejo con desesperación, y lo invadÃa la tristeza cuando veÃa a los majestuosos leones y a los fuertes y sabios elefantes.
—Yo solo soy una bola de pelo blandita que no vale para nada. Ojalá tuviera un cuerpo grande y fuerte —se quejaba una y otra vez a su amigo el búho.
El sabio búho se estaba empezando a cansar de los lamentos del conejo, asà que, un dÃa, cuando ya estaba harto de sus quejas continuas, lo interrumpió en mitad de una frase.
—No puedes estar siempre a disgusto con tu cuerpo, eres perfecto tal y como eres. Pero si de verdad no puedes aceptar que sea asÃ, acude al mago que vive en la montaña. Quizás él pueda ayudarte.
El conejo no dudó ni un segundo y empezó a subir la montaña de inmediato.
Cuando llegó al castillo del mago, llamó a la enorme puerta de madera. Nadie respondió, asà que el conejo lo intentó de nuevo, esta vez más fuerte. Y no pasó mucho tiempo hasta que la puerta se abrió.
El conejo empezó a hablar apenas vio al adormilado mago.
—¡Hola! Necesito que me ayude, señor, es urgente.
—Pues interrumpiste mi siesta, asà que espero que sea realmente importante —gruñó el mago mirando a la pequeña y…