Hace mucho tiempo, en una humilde casa con un pequeño patio, vivÃan un hombre y una mujer. Al final del patio, habÃa un alto muro y detrás de él, un inmenso y misterioso jardÃn. La pareja no tenÃa ni idea de a quién pertenecÃa. Aunque se asomaban a menudo por encima del muro, nunca veÃan allà a nadie.
Un dÃa la mujer dijo al marido:
— Me he asomado por una rendija de la pared y he visto una lechuga deliciosa. Es lo único que quiero comer. — Y dicho esto, no comió nada más y se puso pálida y débil de hambre. Su marido no tuvo más remedio que ir por la lechuga.
Al amparo de la oscuridad, se arrastró por el jardÃn, silencioso como un ratón, directo hacia una buena hoja de lechuga. Estaba extendiendo la mano, cuando de repente, ¡alguien lo agarró! El hombre, petrificado, giró la cabeza; justo delante de él, habÃa una bruja vestida de negro.
— ¡¿Quién está robando en mi jardÃn?! —dijo la bruja con voz ronca.
El hombre intentó explicarse:
— Mi mujer, se está marchitando delante de mÃ... Sólo esta lechuga puede ayudarla a recuperar sus fuerzas.
— Muy bien —dijo la bruja—, toma todo lo que quieras, pero quiero algo de vuelta. Te daré mi lechuga y tú me darás a tu bebé.
El hombre no se alarmó por la extraña petición; al fin y al cabo, no tenÃa hijos que dar. Aceptó despreocupadamente y se apresuró a volver a casa para alejarse lo antes posible de la bruja.
En cuanto volvió, el hombre le dio a su mujer la lechuga recién cosechada, lo que la ayudó a sentirse mucho mejor. Pero el hombre pronto se enteró de una terrible noticia: su mujer estaba embarazada. Sólo entonces…