Érase una vez un reino donde vivÃa un rey con su única hija. La niña era muy hermosa e inteligente, pero también muy puntillosa. Llegaban prÃncipes de muy lejos para pedirle la mano en matrimonio, pero ninguno se ganaba su favor.
Un dÃa, dijo:
—Solo me casaré con aquel que pueda retenerme en mis aposentos durante tres dÃas y tres noches y no me deje escapar. Pero a aquellos a los que consiga eludir, ¡les cortaré la cabeza! —sentenció riendo.
El rey intentó disuadirla, negando con la cabeza en un gesto preocupado, pero la princesa ya habÃa tomado una decisión. Al palacio llegaron cientos de prÃncipes y duques de todo el mundo que intentaban cumplir con la hazaña que habÃa propuesto la princesa, pero ninguno lo consiguió, pues la astuta princesa lograba escapar siempre.
Un dÃa, un joven prÃncipe llamado MartÃn oyó hablar de una hermosa princesa que solo aceptarÃa casarse con aquel que consiguiera mantenerla en sus aposentos durante tres dÃas y tres noches. Enseguida empacó sus posesiones y partió en un largo y difÃcil viaje para aspirar a su mano.
Iba silbando y andando por un camino cuando se encontró con un hombre muy corpulento.
—¿A dónde te diriges? —preguntó MartÃn.
—A ningún sitio en particular, estoy vagando por el mundo para ver si encuentro la buena fortuna —respondió el viajero.
—Y ¿qué se te da bien? —preguntó MartÃn con curiosidad.
—¡Puedo hacer una cosa impresionante! Soy capaz de inflar tanto mi vientre que nadie puede caminar junto a mÃ, ni siquiera en las sendas más anchas.
No habÃa terminado la frase cuando le empezó a crecer la barriga y pronto nadie más cabÃa a su lado, pues ocupaba todo el ancho del camino. MartÃn no podÃa creer lo que veÃan sus ojos.
—Eres muy…